Este
mundo es un misterio...
(Extraterrestres preguntan sobre la Primera Potencia Mundial..)
Eduardo
Galeano
Un grupo de extraterrestres ha visitado recientemente nuestro planeta. Ellos querían conocernos, por pura curiosidad o quién sabe con qué ocultas intenciones.
Los extraterrestres empezaron por donde tenían que empezar. Iniciaron su exploración estudiando al país que es el número uno en todo, número uno hasta en las líneas telefónicas internacionales: el poder obedecido, el paraíso envidiado, el modelo que el mundo entero imita. Empezaron por ahí, tratando de entender al mandamás para después entender a todos los demás.
Llegaron en tiempo de elecciones. Los ciudadanos acababan de votar, y el prolongado acontecimiento había tenido a todo el mundo en vilo, como si se hubiera elegido al presidente del planeta.
La delegación extraterrestre fue recibida por el presidente saliente. La entrevista tuvo lugar en el Salón Oval de la Casa Blanca, ahora reservado exclusivamente a los visitantes del espacio sideral para evitar escándalos. El hombre que estaba concluyendo su mandato contestó, sonriendo, las preguntas.
Los extraterrestres querían saber si en el país regía un sistema de partido único, porque ellos sólo habían escuchado a dos candidatos en la televisión, y los dos decían lo mismo.
Pero tenían, también, otras inquietudes:
¿Por
qué han demorado más de un mes en contar los votos? ¿Aceptarían
ustedes nuestra ayuda para superar este atraso tecnológico?
¿Por qué siempre vota nada más que la mitad de la población
adulta? ¿Por qué la otra mitad nunca se toma la molestia?
¿Por qué gana el que llega segundo? ¿Por qué pierde
el candidato que tiene 328 mil 696 votos de ventaja? ¿No es la democracia
el gobierno de la mayoría?
Y otro enigma los tenía preocupados: ¿Por qué los otros
países aceptan que este país les tome examen de democracia,
les dicte normas y les vigile las elecciones? ¿Será porque este
país los castiga cuando no se portan como es debido?
Las respuestas los dejaron todavía más perplejos.
Pero
siguieron preguntando.
A los geógrafos: ¿Por qué se llama América este
país que es uno de los muchos países del continente americano?
A los dirigentes deportivos: ¿Por qué se llama Campeonato Mundial
("World Series") el torneo nacional de beisbol?
A los jefes militares: ¿Por qué el Ministerio de Guerra se llama
Secretaría de Defensa, en un país que no ha sido nunca bombardeado
ni invadido por nadie?
A los sociólogos: ¿Por qué una sociedad tan libre tiene
la mayor cantidad de presos en el mundo?
A los sicólogos: ¿Por qué una sociedad tan sana engulle
la mitad de todos los sicofármacos que el planeta fabrica?
A los dietistas: ¿Por qué tiene la mayor cantidad de gordos
este país que dicta el menú de los demás países?
Si los extraterrestres hubieran sido simples terrestres, este absurdo pregunterío
hubiera acabado mal. En el mejor de los casos, hubieran recibido un portazo
en las narices. Toda tolerancia tiene un límite. Pero ellos siguieron
curioseando, a salvo de cualquier sospecha de impertinencia, mala educación
o mala leche.
Y preguntaron a los estrategas de la política externa: Si están
ustedes amenazados por enemigos terroristas, como Irak, Irán y Libia,
¿por qué votaron junto con Irak, Irán y Libia contra
la creación del Tribunal Penal Internacional, nacido para castigar
el terrorismo?
Y también quisieron saber: Si ustedes tienen, aquí cerquita,
una isla donde están a la vista los horrores del infierno comunista,
¿por qué no organizan excursiones, en vez de prohibir los viajes?
Y a los firmantes del tratado de libre comercio: Si ahora está abierta
la frontera con México, ¿por qué muere más de
un bracero por día queriendo cruzarla?
Y a los especialistas en derecho laboral: ¿Por qué MacDonald's
y Wal-Mart prohiben los sindicatos aquí y en todos los países
donde operan?
Y a los economistas: ¿Por qué, si la economía se duplicó
en los últimos veinte años, la mayoría de los trabajadores
gana menos que antes y trabaja más horas?
Nadie negaba respuesta a estos raritos, que seguían con sus disparates.
Y preguntaban a los cuidadores de la salud pública: ¿Por qué
prohíben que la gente fume, mientras fuman libremente los autos y las
fábricas?
Y al general que dirige la guerra contra las drogas: ¿Por qué
las cárceles están llenas de drogadictos y vacías de
banqueros lavadores de narcodólares?
Y a los directivos del Fondo Monetario y del Banco Mundial: Si este país
tiene la deuda externa más alta del planeta, y debe más que
todos los demás, ¿por qué ustedes no lo obligan a recortar
sus gastos públicos, ni a eliminar sus subsidios? ¿Será
porque hay que ser cortés con los vecinos?
Y a los politólogos: ¿Por qué los que aquí gobiernan
hablan siempre de paz, mientras este país vende la mitad de las armas
de todas las guerras?
Y a los especialistas en medio ambiente: ¿Por qué los que aquí
gobiernan hablan siempre del futuro del mundo, mientras este país genera
la mitad de la contaminación que está acabando con el futuro
del mundo?
Cuantas
más explicaciones recibían, menos entendían. Poco duró
la expedición. Los extraterrestres empezaron su visita por la potencia
dominante, y por ahí terminaron. La normalidad del poder estaba fuera
del alcance de estos turistas.
AL
CHE
Un año más sin Él, un año más compartiendo
un sueño... con Él
"El
nacedor"
Eduardo Galeano
¿Por
qué será que el Che tiene esta peligrosa costumbre de seguir
naciendo? Cuanto más lo insultan, lo manipulan, lo traicionan, más
nace. Él es el más nacedor de todos.
¿No será porque el Che decía lo que pensaba, y hacía
lo que decía? ¿No será porque eso sigue siendo tan extraordinario,
en un mundo donde las palabras y los hechos muy rara vez se encuentran, y
cuando se encuentran no se saludan, porque no se reconocen
9 Octubre 1967- 9 Octubre 2002
"Hoy
en día, rebelarse no está de moda,
sino que es una necesidad de la supervivencia"
El
doble puente del Diccionario del paro de José Antonio Pérez
J. M. Delgado
No
hay la menor duda de que el Diccionario del paro y otras miserias de la globalización
(José Antonio Pérez, Editorial Debate, octubre 2002) es un libro
de autoayuda. No obstante no estamos ante el típico manual de autoayuda
que se presenta como "manual de uso" de uno mismo, de sus potencialidades
tan reales y posibles como la luz del sol y tan difícil de encerrar,
concretar y disciplinar como ella misma, incluso no existe la menor prueba
de que este u otro diccionario, incluyendo al otro gran manual de autoayuda
que es el Diccionario de uso del castellano, de Maria Moliner, eleve la moral
o restituya la autoestima, como ahora se dice, y sin embargo, teniendo más
que ver con los manuales susodichos, en el sentido de ser también exponente
de un estado de anomía que los justifica y hace posible, es esencialmente
distinto en sus propósitos del conocido manual egocéntrico,
ultraindividualista cuándo no inspirado en el mas despreciable darwinismo
social que en teoría nos permitirá descubrir y/o desarrollar
aspecto de nuestra personalidad susceptibles de usar como fuente de seguridad,
riqueza, poder, etc. con los que salir a competir y triunfar en la selva que
nos rodea, aseguran.
El Diccionario del paro no promete al lector otra utilidad que la de una herramienta
de conocimiento, un juego de llaves de bocas múltiples con el que desmontar,
o deconstruir, ese artefacto espurio que es el discurso neoliberal, como gusta
llamarlo su autor: "colección de dicciones que permitirá
al usuario aflojar las tuercas del cuento neoliberal de la lechera con relativa
facilidad y autonomía". Su objeto, pues, lejos de beneficiarse
ni acrecentar la colisión e incongruencia normativas de las que se
derivan incertidumbres, desorientación prácticas y conductas
desviadas o abiertamente delictivas, esto es, lo que los cientificos sociales
llaman anomía, se propone restaurar el sentido de las circunstancias
sociales, politicas y económicas que conducen al desempleo y lo explican
y por tanto su efecto tiende a restablecer la sociabilidad intrínseca
a los actos humanos, a anudar los lazos sociales que desanuda el pensamiento
único ultraliberal y que afectan al trabajo mismo en primera instancia.
A juzgar por lo que J. A. Pérez escribe en la entrada rebelión,
recordándonos, de un lado, la legitimidad que la Declaración
Universal de los Derechos Humanos le concede cuando se convierte en ultima
ratio que le queda al individuo contra la opresión, de otro, aquilatando
su crecimiento en tanto que primer estadio de la Rebelión cuando reseña
la abierta negativa a cumplir las leyes injustas que configuran el orden establecido.
El Diccionario glosa también la entrada rebelión cuándo
esta se ejerce de manera no violenta a través de la desobediencia civil.
Todavía se molesta en diferenciarla de la revolución, en el
sentido de que la primera no pretende sustituir un orden social insoportable
por otro teorizado en el ideario de sus promotores, cuanto que la primera
solo aspira a poner fin a las causas inmediatas que la motivan. Llegado aquí
uno se pregunta por el efecto que estas lecturas de Pérez, como las
de sus otros libros del mismo tenor: Manual práctico para la desobediencia
civil (Pamplona, 1994) o el más reciente, glosando ya los movimientos
antiglobalización, Rebelión en la sociedad civil (Barcelona,
1999) pueden tener en nuestro teórico lector, parado o trabajador en
precario, joven acaso, con un contrato de escasas horas en una ETT o en permanente
estado de autopromoción desesperanzada pegando currículos en
las cabinas de teléfono y en las paradas de autobuses, olvidando, quizá,
recortar los flecos con el numero de teléfono, nada sabemos, no podemos
saber si saldrá convertido en otra persona después de la lectura
del Diccionario, seguramente JAP tampoco lo espera pero es seguro que se alegraría
de saber que a esa chica o chico o señor o señora mayor excluidos
del maldito mercado de trabajo nadie podrá hacerles sentirse culpables
de haber perdido "su" trabajo y hasta podríamos apostar que
podrían tirarse al cuello de quien les recriminara por "no haber
sabido conservarlo".
Por ahí discurren los puentes que hemos creído ver en el libro
de JAP: entre la más joven generación de trabajadores a los
que nadie enseñó a rebelarse y la de más edad que alguna
vez corrió ante los grises en aquellas jornadas de lucha y que jamás
soñó en el premio que le esperaba apenas cumplido los cincuenta,
entre la peña que resiste la globalización capitalista, neoliberal,
a la que nadie le pasó antorcha alguna, que nada sabe de negociaciones
y que tanto espera de sus rebeliones y los perdidos en prácticas sindicales
que olvidaron su referente revolucionario, entre los que saben que las asambleas
no son paradigma de democracia y los que esperan tanto de ellas: sentido,
no sincretismos forzados ni síntesis hegelianas o agustinianas, mutuo
conocimiento, colaboración, espalda contra espalda entre dos generaciones
de militantes-resistentes y al mismo tiempo entre el sindicalismo y el movimiento
mal llamado antiglobalización.
Pregunta: Ha sido tan glosada como celebrada la ausencia de programas u objetivos
comunes, las disonancias todas en el seno del movimiento antiglobalización,
como una verdadera riqueza en sí misma, biodiversidad, ¿acaso
tratas con tus libros de disciplinar, de uniformizar a esta peña?.
José Antonio Pérez: Creo que la biodiversidad ideológica
representada por esta peña es imposible uniformizarla. Mira las carreteras,
éstas sí que están uniformizadas, adaptadas al automóvil,
expresión por excelencia del modo capitalista. Todo aquel que se mete
dentro de la carretera acepta sus códigos de circulación, de
consumo, acepta la autoridad, el atasco e incluso el absurdo de no utilizarlas
de una manera útil, sino para dar vueltas por ellas sin sentido, impulsados
por la propia necesidad de reproducción del sistema. Sin embargo, fíjate
en la hierba que crece en los bordes: camina cien metros a pie y encontrarás
cien especies distintas.
Extendiendo el asfalto, es decir, la represión, se podrá aplastar
la biodiversidad, pero jamás uniformizarla. Dentro de la lógica
de la carretera sí existe un pensamiento único, una medianía
ideológica que se expresa en la mediana de los viales en la plantación
de monótonas especies vegetales adaptadas al humo. En mis libros, lo
que modestamente intento es aproximar la comunicación entre las distintas
hierbas que componen esa biodiversidad de opinión, para que aprendan
a reconocerse y a respetarse, atreviéndose a saber que en su complementariedad
está su fuerza.
P: Algunos viejos militantes tienen en poca estima los objetivos, autodefiniciones,
proclamas, concepciones políticas o similares de los jóvenes
que mueven el movimiento antiglobalización, especialmente cuando son
alumnos universitarios los que se manifiestan, bueno, estamos en España,
y aquí mas que en cualquier otro país de Europa parece encarnarse
el cínico aserto que asegura que quien no es comunista (vale tambien,
rojo, anarquista, revolucionario en general) con 20 años es que no
tiene corazón y quien lo sigue siendo con cuarenta es que no tiene
cabeza, ¿crees que esta generación, rebelde, que lucha por otra
globalización no-capitalista, va a tener muchas posibilidades de ser
comprada, integrada?.
JAP: Me da la impresión de que la capacidad de compra ideológica
del Establecimiento se debilita por momentos. Sigue una línea paralela
a la pérdida de capacidad adquisitiva de las generaciones jóvenes.
El discurso inicial del capitalismo era muy simple: "aquí hay
una minoría rica y una masa pobre que integran un Orden Establecido
que o lo aceptas de buen grado como un designio divino o lo aceptas por las
malas porque te envío las fuerzas de represión disparando a
mansalva". En un segundo momento, saturada la capacidad de compra de
la burguesía, el capitalismo cae en la cuenta de que no puede producir
masivamente si no existe un mercado masivo. Estonces propone el pacto fordista:
"tú trabaja a tope en mi fábrica, y yo te pagaré
aceptablemente bien, de manera que ya no vivas en zahurdas, sino en masificadas
viviendas abarrotadas por los electrodomésticos que tú mismo
produces y con un coche a la puerta con el que contribuyes al beneficio de
aseguradoras y petroleras". Eso pacifica durante un largo período
los conflictos de clase. Sin embargo, la dinámica del capitalismo globalizador
ha quebrado el pacto: su aparato publicitario crea en los jóvenes el
deseo consumista, pero cuando estos intentan satisfacerlo se enfrentan a la
contradicción de que, para poder comprar un par de zapatillas de última
tecnología y diseño, deben someterse a una explotación
laboral en condiciones de insultante precariedad. Eso por no hablar del acceso
a una imposible vivienda.
De manera que los jóvenes han comenzado a levantarse contra esta situación,
entiendo yo, más por una necesidad material que por un impulso ideológico.
Hoy en día, rebelarse no está de moda, sino que es una necesidad
de la supervivencia.
P: En toda Europa, también entre nosotros, se está dando una
saludable confluencia entre las organizaciones, movimientos, que animan el
combate antiglobalización, con los sindicatos y asociaciones de consumidores,
usuarios, etc., en concreto en torno a la defensa de los Servicios Públicos
amenazados de privatización en todo el mundo, también en la
UE, de manera institucional a través del llamado Acuerdo General de
Comercio de Servicios (AGCS-GATS, por sus siglas inglesas) que se negocia
en la OMC. Este parece ser el color que va tomado el "billete de vuelta",
estoy pensando en los muchos artículos que inmediatamente después
de Seattle recomendaba a los militantes enraizarse en las luchas locales,
no dedicarse solo al modelo de contestación que ha sido llamado "Cumbres
Borrascosas". ¿Qué piensas de esto?.
JAP: Creo que los sindicatos, adormecidos durante mucho tiempo por el pacto
fordista, están comenzando a salir del letargo porque el capitalismo
neoliberal les ha movido la cama. Con una precariedad laboral galopante, despidos,
prejubilaciones, reducciones de plantilla, su base clásica, el asalariado
con contrato fijo, se esfuma. Los propios sindicalistas se están dando
cuenta de que, aunque hayan sido capaces de asegurarse una buena jubilación
para ellos, no van a poder disfrutarla tomando el sol en la playa, porque
con esos ingresos van a tener que seguir alimentando por tiempo indefinido
a sus hijos que no pueden emanciparse. Una reflexión impulsada por
el sentido común empieza a abrirse paso, y creo que fue por ello por
lo que, el pasado 20-J, jóvenes y maduros, alternativos y sindicalistas,
empleados, precarios y parados salimos todos juntos a las calles contra el
Segundo Decretazo. Se produjo una unidad de acción no teorizada previamente,
y que entre todos deberíamos cuidar de una manera exquisita.
P: ¿Crees que tiene algún sentido mantener la aparente dicotomía
entre Reforma y Revolución?¿te parece que la peña antiglobal
diferencia entre reforma y reivindicación, que sabe reconocer las llamadas
reformas-no reformistas? Bueno, uno puede estar persuadido de que tampoco
todos los sindicalistas saben reconocer la distinción...
JAP: Anímicamente, yo estoy poco preparado para la teología
y me aterra perderme por ciertos vericuetos discursivos que acaban girando
más en torno al nombre del santo que a la solidez del terreno donde
se asienta la peana. El movimiento obrero ha pagado muy caro, con la represión
y con la propia sangre, el coste de introducir unas reformas sociales que
hoy parecen la cosa más natural del mundo. Los servicios públicos
de salud y educación, los períodos de descanso pagados, las
pensiones... todo eso no eran medidas estrictamente revolucionarias. Y sin
embargo se están perdiendo, privatizando, eliminando la igualdad de
acceso. En mi Diccionario hay un término redactado con especial respeto
y lealtad hacia la verdad histórica: se trata de la entrada Primero
de Mayo. Me gustaría que pudiera ser leída por los jóvenes
y por los viejos, que sirviera de puente entre el sindicalismo clásico
y el movimiento que lucha por una justicia global, porque, en definitiva,
ambas formas comparten un impulso común, un impulso que nace de lo
mejor de la condición humana: negarse a admitir la injusticia, y llegado
el caso, luchar contra ella con todos los medios a nuestro alcance en cada
etapa de la historia.
P: De entre todas las singularidades socioeconómicas de esta España
que soportamos llama la atención la solidaridad familiar para con los
hijos parados, de hecho las administraciones públicas, los gobiernos,
la oposición incluso, ajustan sus presupuestos, los dineros del INEM,
contando con esa..., con ese colchón sociológico, podíamos
decir, ¿hasta cuándo durará esto?, lo menciono porque
cada vez quedamos menos trabajadores a tiempo completo y con empleo fijo,
cada vez son mas las esperadas jubilaciones que se truncan por un despido
a los cincuenta, que se trocan en una mera pensión asistencial, y eso
no en todos los casos...
JAP: Acabas de poner el dedo en la dolorosa llaga de "daño colateral"
a la situación de desempleo tan perverso como poco conocido. Deriva
de la cláusula legal que exige, para tener derecho a cobrar pensión
contibutiva, un mínimo de 15 años cotizados a la Seguridad Social,
de los cuales, y aquí viene la encerrona, al menos dos años
deberán haber sido cotizados dentro del período los 15 anteriores
a la edad legal de jubilación. Esto, para un parado situado en la franja
de edad comprendida entre los 50 y 65 años, supone la privación
de facto de la pensión contributiva, ya que es de Perogrullo que quien
no trabaja le resulta imposible cotizar. Es una situación terrible
que se le presenta a la gente a la que le sorprende el paro cuando anda en
la cincuentena. Como la posibilidad de reingresar en el mundo laboral es prácticamente
nula para ellos, cuando lleguen a los 65 años, exhaustos por el desempleo,
verán además que el Estado les deniega el derecho a la prestación
contributiva. A mayor inri, perderá ese derecho incluso habiendo cotizado
en otros períodos de la vida laboral. Conozco el caso concreto de un
hombre con 27 años cotizados que verá esfumarse su esfuerzo
contributivo por la maldita cláusula. Es una situación kafkiana,
una inmoralidad de Estado que pasa desapercibida para la opinión pública.
Y me consta que los expertos en pensiones de los sindicatos y partidos conocen
perfectamente esa fisura del sistema, pero no han hecho nada para remediarlo
cada vez que firman la renovación del Pacto de Toledo.
P: La tasa de natalidad mas baja del mundo es sin duda la prueba del algodón
de que nada va bien en España. Uno se pregunta si no resulta pertinente
ver en ello un verdadero genocidio. Al menos la iglesia católica y
los nacionalismos, de todo pelaje, deberían ser consecuente con este
dato.
JAP: Genocidio es palabra mayor cuyo ámbito conceptual no se ajusta
al caso. Pero, siquiera metafóricamente, sí podríamos
hablar de suicidio de un grupo social. Porque es el país en su conjunto
el que está cercenando las posibilidades de continuidad natural, esto
es, biológica y sociocultural. Los pájaros no crían si
no tienen nido, y para nuestros jóvenes el acceso a una vivienda encarecida
hasta la locura es prácticamente imposible. ¿Cómo conciliar
breves estancias temporales en el basurero laboral con la continuidad del
pago de una hipoteca de 30 años? Los datos demuestran que en 1970 la
media era de 2,24 hijos por mujer; en 1995, de 1,25; en 1997, de 1,10, y en
1999, de 1,07. En un país con sentido de sí mismo, estos datos
deberían haber disparado todas las alarmas, pero aquí parece
que la sociedad en su conjunto se hubiera resignado dócilmente a desaparecer.
P: ¿Cómo es posible que pueda considerarse trabajador en activo
a un ciudadano que haya trabajado tan sólo una hora en la semana anterior
a la recogida de datos estadísticos sobre empleo? ¿Puede corroborar
este dato el lector en el Diccionario?.
JAP: En efecto, según dicen los expertos, la Encuesta de Población
Activa es metodológicamente bastante fiable. Pero una encuesta es equiparable
a un termómetro (que termodinámicamente también registra
situaciones moleculares estadísticas), muy fiable pero sólo
por lo que concierne a las condiciones concretas en las que efectúa
la medición. Imagínate que estás en el campo en pleno
invierno, pero llevas un termo de café hirviendo. Entonces, quieres
medir la temperatura e introduces el termómetro en el líquido,
que marcará una temperatura de infierno mientras tu tiritas de frío.
Algo parecido sucede con la EPA, que efectúa unas mediciones sobre
una muestra bastante exacta, a escasas sigmas de la media. Pero el truco consiste
en que mete el registro dentro del café hirviendo porque, efectivamente,
parte de la premisa de considerar "ocupada" a toda persona que haya
trabajado al menos una hora en la semana anterior a la visita del encuestador.
Efectivamente, el usuario de mi libro podrá ampliar esta información
en entradas como encuesta de población activa o maquillaje.
P: Debería inventarse algún termino nuevo en castellano para
denominar esa especie de no- trabajo del que el señor Aznar se muestra
tan orgulloso y con el que nutre sus estadísticas, porque desde luego
llamarle trabajo precario, mencionar tan solo lo que es paro encubierto, burla
y explotación feroz por las ETT'S, por cualquier miserable empresario,
pero tambien por las administraciones públicas, autonómicas,
también allí donde gobiernan los socialistas desde hace 20 años,
como en Andalucía, ya es considerarlo en exceso, en inglés parece
que hay un término que recojes en tu libro: macjob, si no me equivoco....
JAP: En efecto, es una voz de argot anglosajona que denota el empleo mal pagado,
sin prestigio, sin dignidad, sin futuro, en el sector de servicios. El modelo
viene sugerido por las condiciones laborales de la cadena MacDonald. Pero
si yo hubiera de proponer un término en nuestra lengua, creo que elegiría
el de "empleo-insulto". En cualquier caso, la expresión empleo
basura creo que ya refleja con bastante precisión y contundencia la
calidad de las formas de empleo de las que tanto se vanaglorian nuestros gobernantes.
P: Quiero decirte que me llama extraordinariamente la atención el énfasis
que pones en resaltar tu actual condición de parado, de parado desatendido
por el INEM y por las autoridades todas, de parado que escribe un libro sobre
el paro poniendo en él toda su rebeldía, no disfrazándote
de intelectual, de estudioso, (en modo alguno insinúo que no lo seas,
vamos por partes) que se siente por encima del objeto de su estudio, un poco
así en plan displicente, por solidaridad, por generosidad con los parados,
por altruismo, como si dijéramos, me resulta extraordinaria tu perspectiva
porque hasta en autores en apariencia muy militantes parece primar aquél
punto de vista entre académico y pequeñoburgués, siempre
hambriento de respetabilidad y distanciándose de la chusma....
JAP: Procuro siempre dejar muy claro que no soy un parado, sino un desempleado,
que es cosa bien distinta. Pues yo milito en un movimiento social, atiendo
a mi familia e incluso siempre que puedo camino largas jornadas por las montañas,
de manera que soy un hombre activo, no parado. Y la prueba es que estamos
hablando de un libro de mi cosecha que tiene más de un millón
de caracteres. Aquí quienes están realmente parados son el Gobierno
y la clase política que se refugia en excusas triviales para no abordar
un problema social de tremenda magnitud. Si pongo énfasis en mi situación
de desempleado es por orgullo civil y por supuesto de clase, compañero.
El hecho de llevar siete años inscrito en el INEM, sin haber recibido
ni un duro ni un minuto de interés por parte de sus funcionarios hacia
mi situación personal, me ha dañado en lo material, pero me
ha conferido una estatura moral muy superior a la de cualquiera de esos pelafustanes
que nos gobiernan. Pues yo, compareciendo puntualmente cada tres meses ante
la oficina de mi barrio, cumplo la ley que prescribe que el desempleado renovará
trimestralmente su demanda de empleo. Mientras que todos los ministros y directores
del ramo que he visto pasar durante ese tiempo han incumplido su deber de
respetar el principio constitucional que manda prestar ayuda a las personas
que pierden el empleo o no tienen acceso a él. Al mismo tiempo, mi
pertenencia a ese colectivo de muertos civiles me permite transmitir una experiencia
mucho más directa y ajustada a la realidad que la que podría
hacerse desde los círculos académicos, que suelen ir retrasados
en la percepción de la realidad. Como resume la poética expresión
de Hegel: "el buho de Minerva no levanta el vuelo hasta el atardecer".
P: Por lo que se, tu actividad militante se mueve bastante en torno a la reclamación/reivindicación
de una renta básica de ciudadanía, salario social, etc., perdona
pero no he tenido tiempo de buscar esa entrada en tu Diccionario, supongo
que allí lo dejas claro, en todo caso mi pregunta iba en otro sentido:
¿es que los parados no tienen derecho al trabajo, a exigir a las administraciones
que les den trabajo, que erijan empresas públicas, municipales, estatales,
autonómicas? ¿no te parece que la reivindicación de una
renta básica contradeciría en algo estas exigencias?.
JAP: Manejamos una idea equivocada del trabajo, un equívoco intencionadamente
favorecido por la ideología dominante. En una sociedad comunal, comunitaria
o comunista, donde el fruto del trabajo se disfruta en común, parece
lógico que nadie deba hurtar el bulto al esfuerzo. Pero, bajo la propiedad
privada, el "derecho al trabajo" es un concepto vacío. La
izquierda se ha dejado engañar por esta fantasmagoría y reivindica
un principio de moral comunitaria en una sociedad donde es el patrón
quien reparte el empleo conforme a sus conveniencias. Marx no cayó
en esa trampa, por eso, cuando el Partido Socialdemócrata Alemán
reivindicó tontamente ese derecho al trabajo, él advirtió
con severidad en la Crítica al Programa de Gotha que los burgueses
tienen razones muy fundadas para atribuir al trabajo una fuerza creadora sobrenatural;
pues precisamente del hecho de que el trabajo está condicionado por
la naturaleza se deduce que el hombre que no dispone de más propiedad
que su fuerza de trabajo, tiene que ser, necesariamente esclavo de otros hombres
que se han adueñado de las condiciones materiales de trabajo. Y no
podrá trabajar, ni, por consiguiente, vivir, más que con su
permiso. Quienes defendemos la instauración de una renta básica
garantizada entendemos que la misma evitaría precisamente esta necesidad
de vivir con permiso de los propietarios. El derecho básico de la persona
es el derecho a la existencia.
P.: Negro sobre blanco lo has dejado, JAP, que nos dejas con las pilas
cargadas. Muchas gracias por tu integridad y por tu determinación.
por Eduardo Galeano
Tiempos
del miedo. Vive el mundo en estado de terror,
y el terror se disfraza: dice ser obra de Saddam Hussein, un actor ya cansado
de tanto trabajar de enemigo, o de Osama bin Laden, asustador profesional.
Pero el verdadero autor del pánico planetario se llama Mercado.
Este señor no tiene nada que ver con el entrañable lugar del
barrio donde uno acude en busca de frutas y verduras. Es un todopoderoso terrorista
sin rostro, que está en todas partes, como Dios, y cree ser, como Dios,
eterno. Sus numerosos intérpretes anuncian : "El Mercado está
nervioso", y advierten : "No hay que irritar al Mercado".
Su frondoso prontuario criminal lo hace temible. Se ha pasado la vida robando comida, asesinando empleos, secuestrando países y fabricando guerras.
Para vender sus guerras, el Mercado siembra miedo. Y el miedo crea clima. La televisión se ocupa de que las torres de Nueva York vuelvan a derrumbarse todos los días. ¿Qué quedó del pánico al ántrax? No sólo una investigación oficial, que poco o nada averiguó sobre aquellas cartas mortales : también quedó un espectacular aumento del presupuesto militar de Estados Unidos. Y la millonada que ese país destina a la industria de la muerte no es moco de pavo. Apenas un mes y medio de esos gastos bastaría para acabar con la miseria en el mundo, si no mienten los numeritos de las Naciones Unidas.
Cada vez que el Mercado da la orden, la luz roja de la alarma parpadea en el peligrosímetro, la máquina que convierte toda sospecha en evidencia. Las guerras preventivas matan por las dudas, no por las pruebas. Ahora le toca a Irak. Otra vez ese castigado país ha sido condenado. Los muertos sabrán comprender : Irak contiene la segunda reserva mundial de petróleo, que es justo lo que el Mercado anda precisando para asegurar combustible al despilfarro de la sociedad de consumo.
Espejo,
espejito: ¿quién es el más temido?
Las potencias imperiales monopolizan, por derecho natural, las armas de destrucción
masiva.
En tiempos de la conquista de América, mientras nacía eso que ahora llaman Mercado global, la viruela y la gripe mataron muchos más indígenas que la espada y el arcabuz. La exitosa invasión europea tuvo mucho que agradecer a las bacterias y los virus. Siglos después, esos aliados providenciales se convirtieron en armas de guerra, en manos de las grandes potencias. Un puñado de países monopoliza los arsenales biológicos. Hace un par de décadas, Estados Unidos permitió que Saddam Hussein lanzara bombas de epidemias contra los kurdos, cuando él era un mimado de Occidente y los kurdos tenían mala prensa, pero esas armas bacteriológicas habían sido hechas con cepas compradas a una empresa de Rockville, en Maryland.
En materia militar, como en todo lo demás, el Mercado predica la libertad, pero la competencia no le gusta ni un poquito. La oferta se concentra en manos de pocos, en nombre de la seguridad universal. Saddam Hussein mete mucho miedo. Tiembla el mundo. Tremenda amenaza: Irak podría volver a usar armas bacteriológicas y, mucho más grave todavía, alguna vez podría llegar a tener armas nucleares. La humanidad no puede permitir ese peligro, proclama el peligroso presidente del único país que ha usado armas nucleares para asesinar población civil. ¿Habrá sido Irak quien exterminó a los viejos, mujeres y niños de Hiroshima y Nagasaki?
Paisaje del nuevo milenio:
¿Serán obras de Al Qaeda estos terrores cotidianos?
La
economía comete atentados que no salen en los diarios : cada minuto
mata de hambre a 12 niños. En la organización terrorista del
mundo, que el poder militar custodia, hay mil millones de hambrientos crónicos
y seiscientos millones de gordos.
Moneda fuerte, vida frágil: Ecuador y El Salvador han adoptado el dólar
como moneda nacional, pero la población huye. Nunca esos países
habían producido tanta pobreza y tantos emigrantes. La venta de carne
humana al extranjero genera desarraigo, tristeza y divisas. Los ecuatorianos
obligados a buscar trabajo en otra parte han enviado a su país, en
el año 2001, una cantidad de dinero que supera la suma de las exportaciones
de banano, camarón, atún, café y cacao.
También Uruguay y Argentina expulsan a sus hijos jóvenes. Los
emigrantes, nietos de inmigrantes, dejan a sus espaldas familias destrozadas
y memorias que duelen. "Doctor, me rompieron el alma": ¿en
qué hospital se cura eso? En Argentina, un concurso de televisión
ofrece, cada día, el premio más codiciado: un empleo. Las colas
son larguísimas. El programa elige los candidatos, y el público
vota. Consigue trabajo el que más lágrimas derrama y más
lágrimas arranca. Sony Pictures está vendiendo la exitosa fórmula
en todo el mundo.
¿Qué empleo? El que venga. ¿Por cuánto? Por lo
que sea y como sea. La desesperación de los que buscan trabajo, y la
angustia de los que temen perderlo, obligan a aceptar lo inaceptable. En todo
el mundo se impone "el modelo WalMart". La empresa número
uno de Estados Unidos prohíbe los sindicatos y estira los horarios
sin pagar horas extra. El Mercado exporta su lucrativo ejemplo. Cuanto más
dolidos están los países, más fácil resulta convertir
el derecho laboral en papel mojado.
Y más fácil resulta, también, sacrificar otros derechos.
Los papás del caos venden el orden. La pobreza y la desocupación
multiplican la delincuencia, que difunde el pánico, y en ese caldo
de cultivo florece lo peor. Los militares argentinos, que mucho saben de crímenes,
están siendo invitados a combatir el crimen: que vengan a salvarnos
de la delincuencia, clama a gritos Carlos Menem, un funcionario del Mercado
que de delincuencia sabe mucho porque la ejerció como nadie cuando
fue presidente.
Costos bajísimos, ganancias mil, controles cero : un barco petrolero se parte por la mitad y la mortífera marea negra ataca las costas de Galicia y más allá.
El negocio más rentable del mundo genera fortunas y desastres "naturales". Los gases venenosos que el petróleo echa al aire son la causa principal del agujero del ozono, que ya tiene el tamaño de Estados Unidos, y de la locura del clima. En Etiopía y en otros países africanos, la sequía está condenando a millones de personas a la peor hambruna de los últimos veinte años, mientras Alemania y otros países europeos vienen de sufrir inundaciones que han sido la peor catástrofe del último medio siglo.
Además, el petróleo genera guerras. Pobre Irak.
Eduardo
Galeano
Escritor
uruguayo
21/10/03
Una inmensa explosión de gas:
eso fue el alzamiento popular que sacudió a toda Bolivia y culminó
con la renuncia del presidente Sánchez de Lozada, que se fugó
dejando tras sí un tendal de muertos.
El gas iba a ser enviado a California, a precio ruin y a cambio de mezquinas
regalías, a través de tierras chilenas que en otros tiempos
habían sido bolivianas. La salida del gas por un puerto de Chile echó
sal a la herida, en un país que desde hace más de un siglo viene
exigiendo, en vano, la recuperación del camino hacia el mar que perdió
en 1883, en la guerra que Chile ganó. Pero la ruta del gas no fue el
motivo más importante de la furia que ardió por todas partes.
Otra fuente esencial tuvo la indignación popular, que el gobierno respondió
a balazos, como es costumbre, regando de muertos las calles y los caminos.
La gente se ha alzado porque se niega a aceptar que ocurra con el gas lo que
antes ocurrió con la plata, el salitre, el estaño y todo lo
demás. La memoria duele y enseña: los recursos naturales no
renovables se van sin decir adiós, y jamás regresan.
Allá por 1870, un diplomático inglés sufrió en
Bolivia un desagradable incidente. El dictador Mariano Melgarejo le ofreció
un vaso de chicha, la bebida nacional hecha de maíz fermentado, y el
diplomático agradeció pero dijo que prefería chocolate.
Melgarejo, con su habitual delicadeza, lo obligó a beber una enorme
tinaja llena de chocolate y después lo paseó en un burro, montado
al revés, por las calles de la ciudad de La Paz. Cuando la reina Victoria,
en Londres, se enteró del asunto, mandó traer un mapa, tachó
el país con una cruz de tiza y sentenció: Bolivia no existe.
Varias veces escuché esta historia. ¿Habrá ocurrido así?
Puede que sí, puede que no.
Pero la frase ésa, atribuida a la arrogancia imperial, se puede leer
también como una involuntaria síntesis de la atormentada historia
del pueblo boliviano. La tragedia se repite, girando como una calesita: desde
hace cinco siglos, la fabulosa riqueza de Bolivia maldice a los bolivianos,
que son los pobres más pobres de América del Sur. Bolivia
no existe: no existe para sus hijos.
Allá en la época colonial, la plata de Potosí fue, durante
más de dos siglos, el principal alimento del desarrollo capitalista
de Europa.
Vale un Potosí, se decía, para elogiar lo que no
tenía precio.
A mediados del siglo dieciséis, la ciudad más poblada, más
cara y más derrochona del mundo brotó y creció al pie
de la montaña que manaba plata. Esa montaña, el llamado Cerro
Rico, tragaba indios. Estaban los caminos cubiertos, que parecía
que se mudaba el reino, escribió un rico minero de Potosí:
las comunidades se vaciaban de hombres, que de todas partes marchaban, prisioneros,
rumbo a la boca que conducía a los socavones. Afuera, temperaturas
de hielo. Adentro, el infierno. De cada diez que entraban, sólo tres
salían vivos. Pero los condenados a la mina, que poco duraban, generaban
la fortuna de los banqueros flamencos, genoveses y alemanes, acreedores de
la corona española, y eran esos indios quienes hacían posible
la acumulación de capitales que convirtió a Europa en lo que
Europa es. ¿Qué quedó en Bolivia, de todo eso? Una montaña
hueca, una incontable cantidad de indios asesinados por extenuación
y unos cuantos palacios habitados por fantasmas.
En el siglo diecinueve, cuando Bolivia fue derrotada en la llamada Guerra
del Pacífico, no sólo perdió su salida al mar y quedó
acorralada en el corazón de América del Sur. También
perdió su salitre. La historia oficial, que es historia militar, cuenta
que Chile ganó esa guerra; pero la historia real comprueba que el vencedor
fue el empresario británico John Thomas North. Sin disparar un tiro
ni gastar un penique, North conquistó territorios que habían
sido de Bolivia y de Perú y se convirtió en el rey del salitre,
que era por entonces el fertilizante imprescindible para alimentar las cansadas
tierras de Europa.
En el siglo veinte, Bolivia fue el principal abastecedor de estaño
en el mercado internacional.
Los envases de hojalata, que dieron fama a Andy Warlhol, provenían
de las minas que producían estaño y viudas. En la profundidad
de los socavones, el implacable polvo de sílice mataba por asfixia.
Los obreros pudrían sus pulmones para que el mundo pudiera consumir
estaño barato. Durante la Segunda Guerra Mundial, Bolivia contribuyó
a la causa aliada vendiendo su mineral a un precio diez veces más bajo
que el bajo precio de siempre. Los salarios obreros se redujeron a la nada,
hubo huelga, las ametralladoras escupieron fuego. Simón Patiño,
dueño del negocio y amo del país, no tuvo que pagar indemnizaciones,
porque la matanza por metralla no es accidente de trabajo.
Por entonces, don Simón pagaba cincuenta dólares anuales de
impuesto a la renta, pero pagaba mucho más al presidente de la nación
y a todo su gabinete. El había sido un muerto de hambre tocado por
la varita mágica de la diosa Fortuna. Sus nietas y nietos ingresaron
a la nobleza europea. Se casaron con condes, marqueses y parientes de reyes.
Cuando la revolución de 1952 destronó a Patiño y nacionalizó
el estaño, era poco el mineral que quedaba. No más que los restos
de medio siglo de desaforada explotación al servicio del mercado mundial.
Hace más de cien años, el historiador Gabriel René Moreno
descubrió que el pueblo boliviano era celularmente incapaz.
El había puesto en la balanza el cerebro indígena y el cerebro
mestizo, y había comprobado que pesaban entre cinco, siete y diez onzas
menos que el cerebro de raza blanca. Ha pasado el tiempo, y el país
que no existe sigue enfermo de racismo. Pero el país que quiere existir,
donde la mayoría indígena no tiene vergüenza de ser lo
que es, no escupe al espejo.
Esa Bolivia, harta de vivir en función del progreso ajeno, es el país
de verdad. Su historia, ignorada, abunda en derrotas y traiciones, pero también
en milagros de esos que son capaces de hacer los despreciados cuando dejan
de despreciarse a sí mismos y cuando dejan de pelearse entre ellos.
Hechos asombrosos, de mucho brío, están ocurriendo, sin ir más
lejos, en estos tiempos que corren.
En el año 2000, un caso único en el mundo: una pueblada desprivatizó
el agua. La llamada guerra del agua ocurrió en Cochabamba.
Los campesinos marcharon desde los valles y bloquearon la ciudad, y también
la ciudad se alzó. Les contestaron con balas y gases, el gobierno decretó
el estado de sitio. Pero la rebelión colectiva continuó, imparable,
hasta que en la embestida final el agua fue arrancada de manos de la empresa
Bechtel y la gente recuperó el riego de sus cuerpos y de sus sembradíos.
(La empresa Bechtel, con sede en California, recibe ahora el consuelo del
presidente Bush, que le regala contratos millonarios en Irak.) Hace unos meses,
otra explosión popular, en toda Bolivia, venció nada menos que
al Fondo Monetario Internacional. El Fondo vendió cara su derrota,
cobró más de treinta vidas asesinadas por las llamadas fuerzas
del orden, pero el pueblo cumplió su hazaña. El gobierno no
tuvo más remedio que anular el impuesto a los salarios, que el Fondo
había mandado aplicar. Ahora, es la guerra del gas. Bolivia contiene
enormes reservas de gas natural. Sánchez de Lozada había llamado
capitalización a su privatización mal disimulada, pero el país
que quiere existir acaba de demostrar que no tiene mala memoria. ¿Otra
vez la vieja historia de la riqueza que se evapora en manos ajenas? El
gas es nuestro derecho, proclamaban las pancartas en las manifestaciones.
La gente exigía y seguirá exigiendo que el gas se ponga al servicio
de Bolivia, en lugar de que Bolivia se someta, una vez más, a la dictadura
de su subsuelo. El derecho a la autodeterminación, que tanto se invoca
y tan poco se respeta, empieza por ahí. La desobediencia popular ha
hecho perder un jugoso negocio a la corporación Pacific LNG, integrada
por Repsol, British Gas y Panamerican Gas, que supo ser socia de la empresa
Enron, famosa por sus virtuosas costumbres. Todo indica que la corporación
se quedará con las ganas de ganar, como esperaba, diez dólares
por cada dólar de inversión.
Por su parte, el fugitivo Sánchez de Lozada ha perdido la presidencia.
Seguramente no ha perdido el sueño. Sobre su conciencia pesa el crimen
de más de ochenta manifestantes, pero ésta no ha sido su primera
carnicería y este abanderado de la modernización no se atormenta
por nada que no sea rentable. Al fin y al cabo, él piensa y habla en
inglés, pero no es el inglés de Shakespeare: es el de Bush.