Este mundo es un misterio...
(Extraterrestres preguntan sobre la Primera Potencia Mundial..)

Eduardo Galeano

Un grupo de extraterrestres ha visitado recientemente nuestro planeta. Ellos querían conocernos, por pura curiosidad o quién sabe con qué ocultas intenciones.

Los extraterrestres empezaron por donde tenían que empezar. Iniciaron su exploración estudiando al país que es el número uno en todo, número uno hasta en las líneas telefónicas internacionales: el poder obedecido, el paraíso envidiado, el modelo que el mundo entero imita. Empezaron por ahí, tratando de entender al mandamás para después entender a todos los demás.

Llegaron en tiempo de elecciones. Los ciudadanos acababan de votar, y el prolongado acontecimiento había tenido a todo el mundo en vilo, como si se hubiera elegido al presidente del planeta.

La delegación extraterrestre fue recibida por el presidente saliente. La entrevista tuvo lugar en el Salón Oval de la Casa Blanca, ahora reservado exclusivamente a los visitantes del espacio sideral para evitar escándalos. El hombre que estaba concluyendo su mandato contestó, sonriendo, las preguntas.

Los extraterrestres querían saber si en el país regía un sistema de partido único, porque ellos sólo habían escuchado a dos candidatos en la televisión, y los dos decían lo mismo.

Pero tenían, también, otras inquietudes:

¿Por qué han demorado más de un mes en contar los votos? ¿Aceptarían ustedes nuestra ayuda para superar este atraso tecnológico?
¿Por qué siempre vota nada más que la mitad de la población adulta? ¿Por qué la otra mitad nunca se toma la molestia?
¿Por qué gana el que llega segundo? ¿Por qué pierde el candidato que tiene 328 mil 696 votos de ventaja? ¿No es la democracia el gobierno de la mayoría?
Y otro enigma los tenía preocupados: ¿Por qué los otros países aceptan que este país les tome examen de democracia, les dicte normas y les vigile las elecciones? ¿Será porque este país los castiga cuando no se portan como es debido?

Las respuestas los dejaron todavía más perplejos.

Pero siguieron preguntando.
A los geógrafos: ¿Por qué se llama América este país que es uno de los muchos países del continente americano?
A los dirigentes deportivos: ¿Por qué se llama Campeonato Mundial ("World Series") el torneo nacional de beisbol?
A los jefes militares: ¿Por qué el Ministerio de Guerra se llama Secretaría de Defensa, en un país que no ha sido nunca bombardeado ni invadido por nadie?
A los sociólogos: ¿Por qué una sociedad tan libre tiene la mayor cantidad de presos en el mundo?
A los sicólogos: ¿Por qué una sociedad tan sana engulle la mitad de todos los sicofármacos que el planeta fabrica?
A los dietistas: ¿Por qué tiene la mayor cantidad de gordos este país que dicta el menú de los demás países?
Si los extraterrestres hubieran sido simples terrestres, este absurdo pregunterío hubiera acabado mal. En el mejor de los casos, hubieran recibido un portazo en las narices. Toda tolerancia tiene un límite. Pero ellos siguieron curioseando, a salvo de cualquier sospecha de impertinencia, mala educación o mala leche.
Y preguntaron a los estrategas de la política externa: Si están ustedes amenazados por enemigos terroristas, como Irak, Irán y Libia, ¿por qué votaron junto con Irak, Irán y Libia contra la creación del Tribunal Penal Internacional, nacido para castigar el terrorismo?
Y también quisieron saber: Si ustedes tienen, aquí cerquita, una isla donde están a la vista los horrores del infierno comunista, ¿por qué no organizan excursiones, en vez de prohibir los viajes?
Y a los firmantes del tratado de libre comercio: Si ahora está abierta la frontera con México, ¿por qué muere más de un bracero por día queriendo cruzarla?
Y a los especialistas en derecho laboral: ¿Por qué MacDonald's y Wal-Mart prohiben los sindicatos aquí y en todos los países donde operan?
Y a los economistas: ¿Por qué, si la economía se duplicó en los últimos veinte años, la mayoría de los trabajadores gana menos que antes y trabaja más horas?
Nadie negaba respuesta a estos raritos, que seguían con sus disparates.
Y preguntaban a los cuidadores de la salud pública: ¿Por qué prohíben que la gente fume, mientras fuman libremente los autos y las fábricas?
Y al general que dirige la guerra contra las drogas: ¿Por qué las cárceles están llenas de drogadictos y vacías de banqueros lavadores de narcodólares?
Y a los directivos del Fondo Monetario y del Banco Mundial: Si este país tiene la deuda externa más alta del planeta, y debe más que todos los demás, ¿por qué ustedes no lo obligan a recortar sus gastos públicos, ni a eliminar sus subsidios? ¿Será porque hay que ser cortés con los vecinos?
Y a los politólogos: ¿Por qué los que aquí gobiernan hablan siempre de paz, mientras este país vende la mitad de las armas de todas las guerras?
Y a los especialistas en medio ambiente: ¿Por qué los que aquí gobiernan hablan siempre del futuro del mundo, mientras este país genera la mitad de la contaminación que está acabando con el futuro del mundo?

Cuantas más explicaciones recibían, menos entendían. Poco duró la expedición. Los extraterrestres empezaron su visita por la potencia dominante, y por ahí terminaron. La normalidad del poder estaba fuera del alcance de estos turistas.


AL CHE
Un año más sin Él, un año más compartiendo un sueño... con Él

"El nacedor"
Eduardo Galeano

¿Por qué será que el Che tiene esta peligrosa costumbre de seguir naciendo? Cuanto más lo insultan, lo manipulan, lo traicionan, más nace. Él es el más nacedor de todos.
¿No será porque el Che decía lo que pensaba, y hacía lo que decía? ¿No será porque eso sigue siendo tan extraordinario, en un mundo donde las palabras y los hechos muy rara vez se encuentran, y cuando se encuentran no se saludan, porque no se reconocen


9 Octubre 1967- 9 Octubre 2002


"Hoy en día, rebelarse no está de moda,
sino que es una necesidad de la supervivencia"

El doble puente del Diccionario del paro de José Antonio Pérez
J. M. Delgado

No hay la menor duda de que el Diccionario del paro y otras miserias de la globalización (José Antonio Pérez, Editorial Debate, octubre 2002) es un libro de autoayuda. No obstante no estamos ante el típico manual de autoayuda que se presenta como "manual de uso" de uno mismo, de sus potencialidades tan reales y posibles como la luz del sol y tan difícil de encerrar, concretar y disciplinar como ella misma, incluso no existe la menor prueba de que este u otro diccionario, incluyendo al otro gran manual de autoayuda que es el Diccionario de uso del castellano, de Maria Moliner, eleve la moral o restituya la autoestima, como ahora se dice, y sin embargo, teniendo más que ver con los manuales susodichos, en el sentido de ser también exponente de un estado de anomía que los justifica y hace posible, es esencialmente distinto en sus propósitos del conocido manual egocéntrico, ultraindividualista cuándo no inspirado en el mas despreciable darwinismo social que en teoría nos permitirá descubrir y/o desarrollar aspecto de nuestra personalidad susceptibles de usar como fuente de seguridad, riqueza, poder, etc. con los que salir a competir y triunfar en la selva que nos rodea, aseguran.
El Diccionario del paro no promete al lector otra utilidad que la de una herramienta de conocimiento, un juego de llaves de bocas múltiples con el que desmontar, o deconstruir, ese artefacto espurio que es el discurso neoliberal, como gusta llamarlo su autor: "colección de dicciones que permitirá al usuario aflojar las tuercas del cuento neoliberal de la lechera con relativa facilidad y autonomía". Su objeto, pues, lejos de beneficiarse ni acrecentar la colisión e incongruencia normativas de las que se derivan incertidumbres, desorientación prácticas y conductas desviadas o abiertamente delictivas, esto es, lo que los cientificos sociales llaman anomía, se propone restaurar el sentido de las circunstancias sociales, politicas y económicas que conducen al desempleo y lo explican y por tanto su efecto tiende a restablecer la sociabilidad intrínseca a los actos humanos, a anudar los lazos sociales que desanuda el pensamiento único ultraliberal y que afectan al trabajo mismo en primera instancia.
A juzgar por lo que J. A. Pérez escribe en la entrada rebelión, recordándonos, de un lado, la legitimidad que la Declaración Universal de los Derechos Humanos le concede cuando se convierte en ultima ratio que le queda al individuo contra la opresión, de otro, aquilatando su crecimiento en tanto que primer estadio de la Rebelión cuando reseña la abierta negativa a cumplir las leyes injustas que configuran el orden establecido. El Diccionario glosa también la entrada rebelión cuándo esta se ejerce de manera no violenta a través de la desobediencia civil. Todavía se molesta en diferenciarla de la revolución, en el sentido de que la primera no pretende sustituir un orden social insoportable por otro teorizado en el ideario de sus promotores, cuanto que la primera solo aspira a poner fin a las causas inmediatas que la motivan. Llegado aquí uno se pregunta por el efecto que estas lecturas de Pérez, como las de sus otros libros del mismo tenor: Manual práctico para la desobediencia civil (Pamplona, 1994) o el más reciente, glosando ya los movimientos antiglobalización, Rebelión en la sociedad civil (Barcelona, 1999) pueden tener en nuestro teórico lector, parado o trabajador en precario, joven acaso, con un contrato de escasas horas en una ETT o en permanente estado de autopromoción desesperanzada pegando currículos en las cabinas de teléfono y en las paradas de autobuses, olvidando, quizá, recortar los flecos con el numero de teléfono, nada sabemos, no podemos saber si saldrá convertido en otra persona después de la lectura del Diccionario, seguramente JAP tampoco lo espera pero es seguro que se alegraría de saber que a esa chica o chico o señor o señora mayor excluidos del maldito mercado de trabajo nadie podrá hacerles sentirse culpables de haber perdido "su" trabajo y hasta podríamos apostar que podrían tirarse al cuello de quien les recriminara por "no haber sabido conservarlo".
Por ahí discurren los puentes que hemos creído ver en el libro de JAP: entre la más joven generación de trabajadores a los que nadie enseñó a rebelarse y la de más edad que alguna vez corrió ante los grises en aquellas jornadas de lucha y que jamás soñó en el premio que le esperaba apenas cumplido los cincuenta, entre la peña que resiste la globalización capitalista, neoliberal, a la que nadie le pasó antorcha alguna, que nada sabe de negociaciones y que tanto espera de sus rebeliones y los perdidos en prácticas sindicales que olvidaron su referente revolucionario, entre los que saben que las asambleas no son paradigma de democracia y los que esperan tanto de ellas: sentido, no sincretismos forzados ni síntesis hegelianas o agustinianas, mutuo conocimiento, colaboración, espalda contra espalda entre dos generaciones de militantes-resistentes y al mismo tiempo entre el sindicalismo y el movimiento mal llamado antiglobalización.
Pregunta: Ha sido tan glosada como celebrada la ausencia de programas u objetivos comunes, las disonancias todas en el seno del movimiento antiglobalización, como una verdadera riqueza en sí misma, biodiversidad, ¿acaso tratas con tus libros de disciplinar, de uniformizar a esta peña?.
José Antonio Pérez: Creo que la biodiversidad ideológica representada por esta peña es imposible uniformizarla. Mira las carreteras, éstas sí que están uniformizadas, adaptadas al automóvil, expresión por excelencia del modo capitalista. Todo aquel que se mete dentro de la carretera acepta sus códigos de circulación, de consumo, acepta la autoridad, el atasco e incluso el absurdo de no utilizarlas de una manera útil, sino para dar vueltas por ellas sin sentido, impulsados por la propia necesidad de reproducción del sistema. Sin embargo, fíjate en la hierba que crece en los bordes: camina cien metros a pie y encontrarás cien especies distintas.
Extendiendo el asfalto, es decir, la represión, se podrá aplastar la biodiversidad, pero jamás uniformizarla. Dentro de la lógica de la carretera sí existe un pensamiento único, una medianía ideológica que se expresa en la mediana de los viales en la plantación de monótonas especies vegetales adaptadas al humo. En mis libros, lo que modestamente intento es aproximar la comunicación entre las distintas hierbas que componen esa biodiversidad de opinión, para que aprendan a reconocerse y a respetarse, atreviéndose a saber que en su complementariedad está su fuerza.
P: Algunos viejos militantes tienen en poca estima los objetivos, autodefiniciones, proclamas, concepciones políticas o similares de los jóvenes que mueven el movimiento antiglobalización, especialmente cuando son alumnos universitarios los que se manifiestan, bueno, estamos en España, y aquí mas que en cualquier otro país de Europa parece encarnarse el cínico aserto que asegura que quien no es comunista (vale tambien, rojo, anarquista, revolucionario en general) con 20 años es que no tiene corazón y quien lo sigue siendo con cuarenta es que no tiene cabeza, ¿crees que esta generación, rebelde, que lucha por otra globalización no-capitalista, va a tener muchas posibilidades de ser comprada, integrada?.
JAP: Me da la impresión de que la capacidad de compra ideológica del Establecimiento se debilita por momentos. Sigue una línea paralela a la pérdida de capacidad adquisitiva de las generaciones jóvenes. El discurso inicial del capitalismo era muy simple: "aquí hay una minoría rica y una masa pobre que integran un Orden Establecido que o lo aceptas de buen grado como un designio divino o lo aceptas por las malas porque te envío las fuerzas de represión disparando a mansalva". En un segundo momento, saturada la capacidad de compra de la burguesía, el capitalismo cae en la cuenta de que no puede producir masivamente si no existe un mercado masivo. Estonces propone el pacto fordista: "tú trabaja a tope en mi fábrica, y yo te pagaré aceptablemente bien, de manera que ya no vivas en zahurdas, sino en masificadas viviendas abarrotadas por los electrodomésticos que tú mismo produces y con un coche a la puerta con el que contribuyes al beneficio de aseguradoras y petroleras". Eso pacifica durante un largo período los conflictos de clase. Sin embargo, la dinámica del capitalismo globalizador ha quebrado el pacto: su aparato publicitario crea en los jóvenes el deseo consumista, pero cuando estos intentan satisfacerlo se enfrentan a la contradicción de que, para poder comprar un par de zapatillas de última tecnología y diseño, deben someterse a una explotación laboral en condiciones de insultante precariedad. Eso por no hablar del acceso a una imposible vivienda.
De manera que los jóvenes han comenzado a levantarse contra esta situación, entiendo yo, más por una necesidad material que por un impulso ideológico. Hoy en día, rebelarse no está de moda, sino que es una necesidad de la supervivencia.
P: En toda Europa, también entre nosotros, se está dando una saludable confluencia entre las organizaciones, movimientos, que animan el combate antiglobalización, con los sindicatos y asociaciones de consumidores, usuarios, etc., en concreto en torno a la defensa de los Servicios Públicos amenazados de privatización en todo el mundo, también en la UE, de manera institucional a través del llamado Acuerdo General de Comercio de Servicios (AGCS-GATS, por sus siglas inglesas) que se negocia en la OMC. Este parece ser el color que va tomado el "billete de vuelta", estoy pensando en los muchos artículos que inmediatamente después de Seattle recomendaba a los militantes enraizarse en las luchas locales, no dedicarse solo al modelo de contestación que ha sido llamado "Cumbres Borrascosas". ¿Qué piensas de esto?.
JAP: Creo que los sindicatos, adormecidos durante mucho tiempo por el pacto fordista, están comenzando a salir del letargo porque el capitalismo neoliberal les ha movido la cama. Con una precariedad laboral galopante, despidos, prejubilaciones, reducciones de plantilla, su base clásica, el asalariado con contrato fijo, se esfuma. Los propios sindicalistas se están dando cuenta de que, aunque hayan sido capaces de asegurarse una buena jubilación para ellos, no van a poder disfrutarla tomando el sol en la playa, porque con esos ingresos van a tener que seguir alimentando por tiempo indefinido a sus hijos que no pueden emanciparse. Una reflexión impulsada por el sentido común empieza a abrirse paso, y creo que fue por ello por lo que, el pasado 20-J, jóvenes y maduros, alternativos y sindicalistas, empleados, precarios y parados salimos todos juntos a las calles contra el Segundo Decretazo. Se produjo una unidad de acción no teorizada previamente, y que entre todos deberíamos cuidar de una manera exquisita.
P: ¿Crees que tiene algún sentido mantener la aparente dicotomía entre Reforma y Revolución?¿te parece que la peña antiglobal diferencia entre reforma y reivindicación, que sabe reconocer las llamadas reformas-no reformistas? Bueno, uno puede estar persuadido de que tampoco todos los sindicalistas saben reconocer la distinción...
JAP: Anímicamente, yo estoy poco preparado para la teología y me aterra perderme por ciertos vericuetos discursivos que acaban girando más en torno al nombre del santo que a la solidez del terreno donde se asienta la peana. El movimiento obrero ha pagado muy caro, con la represión y con la propia sangre, el coste de introducir unas reformas sociales que hoy parecen la cosa más natural del mundo. Los servicios públicos de salud y educación, los períodos de descanso pagados, las pensiones... todo eso no eran medidas estrictamente revolucionarias. Y sin embargo se están perdiendo, privatizando, eliminando la igualdad de acceso. En mi Diccionario hay un término redactado con especial respeto y lealtad hacia la verdad histórica: se trata de la entrada Primero de Mayo. Me gustaría que pudiera ser leída por los jóvenes y por los viejos, que sirviera de puente entre el sindicalismo clásico y el movimiento que lucha por una justicia global, porque, en definitiva, ambas formas comparten un impulso común, un impulso que nace de lo mejor de la condición humana: negarse a admitir la injusticia, y llegado el caso, luchar contra ella con todos los medios a nuestro alcance en cada etapa de la historia.
P: De entre todas las singularidades socioeconómicas de esta España que soportamos llama la atención la solidaridad familiar para con los hijos parados, de hecho las administraciones públicas, los gobiernos, la oposición incluso, ajustan sus presupuestos, los dineros del INEM, contando con esa..., con ese colchón sociológico, podíamos decir, ¿hasta cuándo durará esto?, lo menciono porque cada vez quedamos menos trabajadores a tiempo completo y con empleo fijo, cada vez son mas las esperadas jubilaciones que se truncan por un despido a los cincuenta, que se trocan en una mera pensión asistencial, y eso no en todos los casos...
JAP: Acabas de poner el dedo en la dolorosa llaga de "daño colateral" a la situación de desempleo tan perverso como poco conocido. Deriva de la cláusula legal que exige, para tener derecho a cobrar pensión contibutiva, un mínimo de 15 años cotizados a la Seguridad Social, de los cuales, y aquí viene la encerrona, al menos dos años deberán haber sido cotizados dentro del período los 15 anteriores a la edad legal de jubilación. Esto, para un parado situado en la franja de edad comprendida entre los 50 y 65 años, supone la privación de facto de la pensión contributiva, ya que es de Perogrullo que quien no trabaja le resulta imposible cotizar. Es una situación terrible que se le presenta a la gente a la que le sorprende el paro cuando anda en la cincuentena. Como la posibilidad de reingresar en el mundo laboral es prácticamente nula para ellos, cuando lleguen a los 65 años, exhaustos por el desempleo, verán además que el Estado les deniega el derecho a la prestación contributiva. A mayor inri, perderá ese derecho incluso habiendo cotizado en otros períodos de la vida laboral. Conozco el caso concreto de un hombre con 27 años cotizados que verá esfumarse su esfuerzo contributivo por la maldita cláusula. Es una situación kafkiana, una inmoralidad de Estado que pasa desapercibida para la opinión pública. Y me consta que los expertos en pensiones de los sindicatos y partidos conocen perfectamente esa fisura del sistema, pero no han hecho nada para remediarlo cada vez que firman la renovación del Pacto de Toledo.
P: La tasa de natalidad mas baja del mundo es sin duda la prueba del algodón de que nada va bien en España. Uno se pregunta si no resulta pertinente ver en ello un verdadero genocidio. Al menos la iglesia católica y los nacionalismos, de todo pelaje, deberían ser consecuente con este dato.
JAP: Genocidio es palabra mayor cuyo ámbito conceptual no se ajusta al caso. Pero, siquiera metafóricamente, sí podríamos hablar de suicidio de un grupo social. Porque es el país en su conjunto el que está cercenando las posibilidades de continuidad natural, esto es, biológica y sociocultural. Los pájaros no crían si no tienen nido, y para nuestros jóvenes el acceso a una vivienda encarecida hasta la locura es prácticamente imposible. ¿Cómo conciliar breves estancias temporales en el basurero laboral con la continuidad del pago de una hipoteca de 30 años? Los datos demuestran que en 1970 la media era de 2,24 hijos por mujer; en 1995, de 1,25; en 1997, de 1,10, y en 1999, de 1,07. En un país con sentido de sí mismo, estos datos deberían haber disparado todas las alarmas, pero aquí parece que la sociedad en su conjunto se hubiera resignado dócilmente a desaparecer.
P: ¿Cómo es posible que pueda considerarse trabajador en activo a un ciudadano que haya trabajado tan sólo una hora en la semana anterior a la recogida de datos estadísticos sobre empleo? ¿Puede corroborar este dato el lector en el Diccionario?.
JAP: En efecto, según dicen los expertos, la Encuesta de Población Activa es metodológicamente bastante fiable. Pero una encuesta es equiparable a un termómetro (que termodinámicamente también registra situaciones moleculares estadísticas), muy fiable pero sólo por lo que concierne a las condiciones concretas en las que efectúa la medición. Imagínate que estás en el campo en pleno invierno, pero llevas un termo de café hirviendo. Entonces, quieres medir la temperatura e introduces el termómetro en el líquido, que marcará una temperatura de infierno mientras tu tiritas de frío. Algo parecido sucede con la EPA, que efectúa unas mediciones sobre una muestra bastante exacta, a escasas sigmas de la media. Pero el truco consiste en que mete el registro dentro del café hirviendo porque, efectivamente, parte de la premisa de considerar "ocupada" a toda persona que haya trabajado al menos una hora en la semana anterior a la visita del encuestador. Efectivamente, el usuario de mi libro podrá ampliar esta información en entradas como encuesta de población activa o maquillaje.
P: Debería inventarse algún termino nuevo en castellano para denominar esa especie de no- trabajo del que el señor Aznar se muestra tan orgulloso y con el que nutre sus estadísticas, porque desde luego llamarle trabajo precario, mencionar tan solo lo que es paro encubierto, burla y explotación feroz por las ETT'S, por cualquier miserable empresario, pero tambien por las administraciones públicas, autonómicas, también allí donde gobiernan los socialistas desde hace 20 años, como en Andalucía, ya es considerarlo en exceso, en inglés parece que hay un término que recojes en tu libro: macjob, si no me equivoco....
JAP: En efecto, es una voz de argot anglosajona que denota el empleo mal pagado, sin prestigio, sin dignidad, sin futuro, en el sector de servicios. El modelo viene sugerido por las condiciones laborales de la cadena MacDonald. Pero si yo hubiera de proponer un término en nuestra lengua, creo que elegiría el de "empleo-insulto". En cualquier caso, la expresión empleo basura creo que ya refleja con bastante precisión y contundencia la calidad de las formas de empleo de las que tanto se vanaglorian nuestros gobernantes.
P: Quiero decirte que me llama extraordinariamente la atención el énfasis que pones en resaltar tu actual condición de parado, de parado desatendido por el INEM y por las autoridades todas, de parado que escribe un libro sobre el paro poniendo en él toda su rebeldía, no disfrazándote de intelectual, de estudioso, (en modo alguno insinúo que no lo seas, vamos por partes) que se siente por encima del objeto de su estudio, un poco así en plan displicente, por solidaridad, por generosidad con los parados, por altruismo, como si dijéramos, me resulta extraordinaria tu perspectiva porque hasta en autores en apariencia muy militantes parece primar aquél punto de vista entre académico y pequeñoburgués, siempre hambriento de respetabilidad y distanciándose de la chusma....
JAP: Procuro siempre dejar muy claro que no soy un parado, sino un desempleado, que es cosa bien distinta. Pues yo milito en un movimiento social, atiendo a mi familia e incluso siempre que puedo camino largas jornadas por las montañas, de manera que soy un hombre activo, no parado. Y la prueba es que estamos hablando de un libro de mi cosecha que tiene más de un millón de caracteres. Aquí quienes están realmente parados son el Gobierno y la clase política que se refugia en excusas triviales para no abordar un problema social de tremenda magnitud. Si pongo énfasis en mi situación de desempleado es por orgullo civil y por supuesto de clase, compañero. El hecho de llevar siete años inscrito en el INEM, sin haber recibido ni un duro ni un minuto de interés por parte de sus funcionarios hacia mi situación personal, me ha dañado en lo material, pero me ha conferido una estatura moral muy superior a la de cualquiera de esos pelafustanes que nos gobiernan. Pues yo, compareciendo puntualmente cada tres meses ante la oficina de mi barrio, cumplo la ley que prescribe que el desempleado renovará trimestralmente su demanda de empleo. Mientras que todos los ministros y directores del ramo que he visto pasar durante ese tiempo han incumplido su deber de respetar el principio constitucional que manda prestar ayuda a las personas que pierden el empleo o no tienen acceso a él. Al mismo tiempo, mi pertenencia a ese colectivo de muertos civiles me permite transmitir una experiencia mucho más directa y ajustada a la realidad que la que podría hacerse desde los círculos académicos, que suelen ir retrasados en la percepción de la realidad. Como resume la poética expresión de Hegel: "el buho de Minerva no levanta el vuelo hasta el atardecer".
P: Por lo que se, tu actividad militante se mueve bastante en torno a la reclamación/reivindicación de una renta básica de ciudadanía, salario social, etc., –perdona pero no he tenido tiempo de buscar esa entrada en tu Diccionario–, supongo que allí lo dejas claro, en todo caso mi pregunta iba en otro sentido: ¿es que los parados no tienen derecho al trabajo, a exigir a las administraciones que les den trabajo, que erijan empresas públicas, municipales, estatales, autonómicas? ¿no te parece que la reivindicación de una renta básica contradeciría en algo estas exigencias?.
JAP: Manejamos una idea equivocada del trabajo, un equívoco intencionadamente favorecido por la ideología dominante. En una sociedad comunal, comunitaria o comunista, donde el fruto del trabajo se disfruta en común, parece lógico que nadie deba hurtar el bulto al esfuerzo. Pero, bajo la propiedad privada, el "derecho al trabajo" es un concepto vacío. La izquierda se ha dejado engañar por esta fantasmagoría y reivindica un principio de moral comunitaria en una sociedad donde es el patrón quien reparte el empleo conforme a sus conveniencias. Marx no cayó en esa trampa, por eso, cuando el Partido Socialdemócrata Alemán reivindicó tontamente ese derecho al trabajo, él advirtió con severidad en la Crítica al Programa de Gotha que los burgueses tienen razones muy fundadas para atribuir al trabajo una fuerza creadora sobrenatural; pues precisamente del hecho de que el trabajo está condicionado por la naturaleza se deduce que el hombre que no dispone de más propiedad que su fuerza de trabajo, tiene que ser, necesariamente esclavo de otros hombres que se han adueñado de las condiciones materiales de trabajo. Y no podrá trabajar, ni, por consiguiente, vivir, más que con su permiso. Quienes defendemos la instauración de una renta básica garantizada entendemos que la misma evitaría precisamente esta necesidad de vivir con permiso de los propietarios. El derecho básico de la persona es el derecho a la existencia.
P.: Negro sobre blanco lo has dejado, JAP, que nos dejas con las pilas cargadas. Muchas gracias por tu integridad y por tu determinación.


Manicomio

por Eduardo Galeano

Tiempos del miedo. Vive el mundo en estado de terror, y el terror se disfraza: dice ser obra de Saddam Hussein, un actor ya cansado de tanto trabajar de enemigo, o de Osama bin Laden, asustador profesional.
Pero el verdadero autor del pánico planetario se llama Mercado. Este señor no tiene nada que ver con el entrañable lugar del barrio donde uno acude en busca de frutas y verduras. Es un todopoderoso terrorista sin rostro, que está en todas partes, como Dios, y cree ser, como Dios, eterno. Sus numerosos intérpretes anuncian : "El Mercado está nervioso", y advierten : "No hay que irritar al Mercado".

Su frondoso prontuario criminal lo hace temible. Se ha pasado la vida robando comida, asesinando empleos, secuestrando países y fabricando guerras.


Para vender sus guerras, el Mercado siembra miedo. Y el miedo crea clima. La televisión se ocupa de que las torres de Nueva York vuelvan a derrumbarse todos los días. ¿Qué quedó del pánico al ántrax? No sólo una investigación oficial, que poco o nada averiguó sobre aquellas cartas mortales : también quedó un espectacular aumento del presupuesto militar de Estados Unidos. Y la millonada que ese país destina a la industria de la muerte no es moco de pavo. Apenas un mes y medio de esos gastos bastaría para acabar con la miseria en el mundo, si no mienten los numeritos de las Naciones Unidas.

Cada vez que el Mercado da la orden, la luz roja de la alarma parpadea en el peligrosímetro, la máquina que convierte toda sospecha en evidencia. Las guerras preventivas matan por las dudas, no por las pruebas. Ahora le toca a Irak. Otra vez ese castigado país ha sido condenado. Los muertos sabrán comprender : Irak contiene la segunda reserva mundial de petróleo, que es justo lo que el Mercado anda precisando para asegurar combustible al despilfarro de la sociedad de consumo.


Espejo, espejito: ¿quién es el más temido?
Las potencias imperiales monopolizan, por derecho natural, las armas de destrucción masiva.

En tiempos de la conquista de América, mientras nacía eso que ahora llaman Mercado global, la viruela y la gripe mataron muchos más indígenas que la espada y el arcabuz. La exitosa invasión europea tuvo mucho que agradecer a las bacterias y los virus. Siglos después, esos aliados providenciales se convirtieron en armas de guerra, en manos de las grandes potencias. Un puñado de países monopoliza los arsenales biológicos. Hace un par de décadas, Estados Unidos permitió que Saddam Hussein lanzara bombas de epidemias contra los kurdos, cuando él era un mimado de Occidente y los kurdos tenían mala prensa, pero esas armas bacteriológicas habían sido hechas con cepas compradas a una empresa de Rockville, en Maryland.

En materia militar, como en todo lo demás, el Mercado predica la libertad, pero la competencia no le gusta ni un poquito. La oferta se concentra en manos de pocos, en nombre de la seguridad universal. Saddam Hussein mete mucho miedo. Tiembla el mundo. Tremenda amenaza: Irak podría volver a usar armas bacteriológicas y, mucho más grave todavía, alguna vez podría llegar a tener armas nucleares. La humanidad no puede permitir ese peligro, proclama el peligroso presidente del único país que ha usado armas nucleares para asesinar población civil. ¿Habrá sido Irak quien exterminó a los viejos, mujeres y niños de Hiroshima y Nagasaki?


Paisaje del nuevo milenio:

¿Serán obras de Al Qaeda estos terrores cotidianos?


La economía comete atentados que no salen en los diarios : cada minuto mata de hambre a 12 niños. En la organización terrorista del mundo, que el poder militar custodia, hay mil millones de hambrientos crónicos y seiscientos millones de gordos.
Moneda fuerte, vida frágil: Ecuador y El Salvador han adoptado el dólar como moneda nacional, pero la población huye. Nunca esos países habían producido tanta pobreza y tantos emigrantes. La venta de carne humana al extranjero genera desarraigo, tristeza y divisas. Los ecuatorianos obligados a buscar trabajo en otra parte han enviado a su país, en el año 2001, una cantidad de dinero que supera la suma de las exportaciones de banano, camarón, atún, café y cacao.
También Uruguay y Argentina expulsan a sus hijos jóvenes. Los emigrantes, nietos de inmigrantes, dejan a sus espaldas familias destrozadas y memorias que duelen. "Doctor, me rompieron el alma": ¿en qué hospital se cura eso? En Argentina, un concurso de televisión ofrece, cada día, el premio más codiciado: un empleo. Las colas son larguísimas. El programa elige los candidatos, y el público vota. Consigue trabajo el que más lágrimas derrama y más lágrimas arranca. Sony Pictures está vendiendo la exitosa fórmula en todo el mundo.
¿Qué empleo? El que venga. ¿Por cuánto? Por lo que sea y como sea. La desesperación de los que buscan trabajo, y la angustia de los que temen perderlo, obligan a aceptar lo inaceptable. En todo el mundo se impone "el modelo WalMart". La empresa número uno de Estados Unidos prohíbe los sindicatos y estira los horarios sin pagar horas extra. El Mercado exporta su lucrativo ejemplo. Cuanto más dolidos están los países, más fácil resulta convertir el derecho laboral en papel mojado.
Y más fácil resulta, también, sacrificar otros derechos. Los papás del caos venden el orden. La pobreza y la desocupación multiplican la delincuencia, que difunde el pánico, y en ese caldo de cultivo florece lo peor. Los militares argentinos, que mucho saben de crímenes, están siendo invitados a combatir el crimen: que vengan a salvarnos de la delincuencia, clama a gritos Carlos Menem, un funcionario del Mercado que de delincuencia sabe mucho porque la ejerció como nadie cuando fue presidente.


Costos bajísimos, ganancias mil, controles cero : un barco petrolero se parte por la mitad y la mortífera marea negra ataca las costas de Galicia y más allá.

El negocio más rentable del mundo genera fortunas y desastres "naturales". Los gases venenosos que el petróleo echa al aire son la causa principal del agujero del ozono, que ya tiene el tamaño de Estados Unidos, y de la locura del clima. En Etiopía y en otros países africanos, la sequía está condenando a millones de personas a la peor hambruna de los últimos veinte años, mientras Alemania y otros países europeos vienen de sufrir inundaciones que han sido la peor catástrofe del último medio siglo.

Además, el petróleo genera guerras. Pobre Irak.


El país que quiere existir

Eduardo Galeano
Escritor uruguayo
21/10/03

 

Una inmensa explosión de gas: eso fue el alzamiento popular que sacudió a toda Bolivia y culminó con la renuncia del presidente Sánchez de Lozada, que se fugó dejando tras sí un tendal de muertos.
El gas iba a ser enviado a California, a precio ruin y a cambio de mezquinas regalías, a través de tierras chilenas que en otros tiempos habían sido bolivianas. La salida del gas por un puerto de Chile echó sal a la herida, en un país que desde hace más de un siglo viene exigiendo, en vano, la recuperación del camino hacia el mar que perdió en 1883, en la guerra que Chile ganó. Pero la ruta del gas no fue el motivo más importante de la furia que ardió por todas partes. Otra fuente esencial tuvo la indignación popular, que el gobierno respondió a balazos, como es costumbre, regando de muertos las calles y los caminos. La gente se ha alzado porque se niega a aceptar que ocurra con el gas lo que antes ocurrió con la plata, el salitre, el estaño y todo lo demás. La memoria duele y enseña: los recursos naturales no renovables se van sin decir adiós, y jamás regresan.
Allá por 1870, un diplomático inglés sufrió en Bolivia un desagradable incidente. El dictador Mariano Melgarejo le ofreció un vaso de chicha, la bebida nacional hecha de maíz fermentado, y el diplomático agradeció pero dijo que prefería chocolate. Melgarejo, con su habitual delicadeza, lo obligó a beber una enorme tinaja llena de chocolate y después lo paseó en un burro, montado al revés, por las calles de la ciudad de La Paz. Cuando la reina Victoria, en Londres, se enteró del asunto, mandó traer un mapa, tachó el país con una cruz de tiza y sentenció: “Bolivia no existe”.
Varias veces escuché esta historia. ¿Habrá ocurrido así? Puede que sí, puede que no.
Pero la frase ésa, atribuida a la arrogancia imperial, se puede leer también como una involuntaria síntesis de la atormentada historia del pueblo boliviano. La tragedia se repite, girando como una calesita: desde hace cinco siglos, la fabulosa riqueza de Bolivia maldice a los bolivianos, que son los pobres más pobres de América del Sur. “Bolivia no existe”: no existe para sus hijos.
Allá en la época colonial, la plata de Potosí fue, durante más de dos siglos, el principal alimento del desarrollo capitalista de Europa.
“Vale un Potosí”, se decía, para elogiar lo que no tenía precio.
A mediados del siglo dieciséis, la ciudad más poblada, más cara y más derrochona del mundo brotó y creció al pie de la montaña que manaba plata. Esa montaña, el llamado Cerro Rico, tragaba indios. “Estaban los caminos cubiertos, que parecía que se mudaba el reino”, escribió un rico minero de Potosí: las comunidades se vaciaban de hombres, que de todas partes marchaban, prisioneros, rumbo a la boca que conducía a los socavones. Afuera, temperaturas de hielo. Adentro, el infierno. De cada diez que entraban, sólo tres salían vivos. Pero los condenados a la mina, que poco duraban, generaban la fortuna de los banqueros flamencos, genoveses y alemanes, acreedores de la corona española, y eran esos indios quienes hacían posible la acumulación de capitales que convirtió a Europa en lo que Europa es. ¿Qué quedó en Bolivia, de todo eso? Una montaña hueca, una incontable cantidad de indios asesinados por extenuación y unos cuantos palacios habitados por fantasmas.
En el siglo diecinueve, cuando Bolivia fue derrotada en la llamada Guerra del Pacífico, no sólo perdió su salida al mar y quedó acorralada en el corazón de América del Sur. También perdió su salitre. La historia oficial, que es historia militar, cuenta que Chile ganó esa guerra; pero la historia real comprueba que el vencedor fue el empresario británico John Thomas North. Sin disparar un tiro ni gastar un penique, North conquistó territorios que habían sido de Bolivia y de Perú y se convirtió en el rey del salitre, que era por entonces el fertilizante imprescindible para alimentar las cansadas tierras de Europa.
En el siglo veinte, Bolivia fue el principal abastecedor de estaño en el mercado internacional.
Los envases de hojalata, que dieron fama a Andy Warlhol, provenían de las minas que producían estaño y viudas. En la profundidad de los socavones, el implacable polvo de sílice mataba por asfixia. Los obreros pudrían sus pulmones para que el mundo pudiera consumir estaño barato. Durante la Segunda Guerra Mundial, Bolivia contribuyó a la causa aliada vendiendo su mineral a un precio diez veces más bajo que el bajo precio de siempre. Los salarios obreros se redujeron a la nada, hubo huelga, las ametralladoras escupieron fuego. Simón Patiño, dueño del negocio y amo del país, no tuvo que pagar indemnizaciones, porque la matanza por metralla no es accidente de trabajo.
Por entonces, don Simón pagaba cincuenta dólares anuales de impuesto a la renta, pero pagaba mucho más al presidente de la nación y a todo su gabinete. El había sido un muerto de hambre tocado por la varita mágica de la diosa Fortuna. Sus nietas y nietos ingresaron a la nobleza europea. Se casaron con condes, marqueses y parientes de reyes.
Cuando la revolución de 1952 destronó a Patiño y nacionalizó el estaño, era poco el mineral que quedaba. No más que los restos de medio siglo de desaforada explotación al servicio del mercado mundial.
Hace más de cien años, el historiador Gabriel René Moreno descubrió que el pueblo boliviano era “celularmente incapaz”. El había puesto en la balanza el cerebro indígena y el cerebro mestizo, y había comprobado que pesaban entre cinco, siete y diez onzas menos que el cerebro de raza blanca. Ha pasado el tiempo, y el país que no existe sigue enfermo de racismo. Pero el país que quiere existir, donde la mayoría indígena no tiene vergüenza de ser lo que es, no escupe al espejo.
Esa Bolivia, harta de vivir en función del progreso ajeno, es el país de verdad. Su historia, ignorada, abunda en derrotas y traiciones, pero también en milagros de esos que son capaces de hacer los despreciados cuando dejan de despreciarse a sí mismos y cuando dejan de pelearse entre ellos. Hechos asombrosos, de mucho brío, están ocurriendo, sin ir más lejos, en estos tiempos que corren.
En el año 2000, un caso único en el mundo: una pueblada desprivatizó el agua. La llamada “guerra del agua” ocurrió en Cochabamba. Los campesinos marcharon desde los valles y bloquearon la ciudad, y también la ciudad se alzó. Les contestaron con balas y gases, el gobierno decretó el estado de sitio. Pero la rebelión colectiva continuó, imparable, hasta que en la embestida final el agua fue arrancada de manos de la empresa Bechtel y la gente recuperó el riego de sus cuerpos y de sus sembradíos. (La empresa Bechtel, con sede en California, recibe ahora el consuelo del presidente Bush, que le regala contratos millonarios en Irak.) Hace unos meses, otra explosión popular, en toda Bolivia, venció nada menos que al Fondo Monetario Internacional. El Fondo vendió cara su derrota, cobró más de treinta vidas asesinadas por las llamadas fuerzas del orden, pero el pueblo cumplió su hazaña. El gobierno no tuvo más remedio que anular el impuesto a los salarios, que el Fondo había mandado aplicar. Ahora, es la guerra del gas. Bolivia contiene enormes reservas de gas natural. Sánchez de Lozada había llamado capitalización a su privatización mal disimulada, pero el país que quiere existir acaba de demostrar que no tiene mala memoria. ¿Otra vez la vieja historia de la riqueza que se evapora en manos ajenas? “El gas es nuestro derecho”, proclamaban las pancartas en las manifestaciones. La gente exigía y seguirá exigiendo que el gas se ponga al servicio de Bolivia, en lugar de que Bolivia se someta, una vez más, a la dictadura de su subsuelo. El derecho a la autodeterminación, que tanto se invoca y tan poco se respeta, empieza por ahí. La desobediencia popular ha hecho perder un jugoso negocio a la corporación Pacific LNG, integrada por Repsol, British Gas y Panamerican Gas, que supo ser socia de la empresa Enron, famosa por sus virtuosas costumbres. Todo indica que la corporación se quedará con las ganas de ganar, como esperaba, diez dólares por cada dólar de inversión.
Por su parte, el fugitivo Sánchez de Lozada ha perdido la presidencia.
Seguramente no ha perdido el sueño. Sobre su conciencia pesa el crimen de más de ochenta manifestantes, pero ésta no ha sido su primera carnicería y este abanderado de la modernización no se atormenta por nada que no sea rentable. Al fin y al cabo, él piensa y habla en inglés, pero no es el inglés de Shakespeare: es el de Bush.


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